saunett
le dí la lata toda la noche para aprender a escribir su nombre, pero ahí está ella, en un sillón colgante del restaurante tailandés, en brooklyn, donde fuimos a cenar para despedir a vanessa. pues sí, es la cena a la que no pude ir hace dos semanas: se aplazó, porque aquel día hacía mucho frío. así pudimos ir hoy con el triple de frío. el restaurante era de lo más cool, mismamente, con unos camareros súper monos y un dj que pinchaba un electro bastante radical. todo muy bonito, incluso la comida, todo menos eso de que se vaya vanessa. es un poco shock porque es la prueba de que el tiempo pasa, y porque hay un montón de cosas que nos quedaron por hacer juntos por aquí. y ya no podrá ser. hasta la próxima, claro. cuando volvíamos en el metro, se me apareció en el vagón del tren el mismo flipado del organillo de hace un mes -en otro horario y en otra línea-, uno que mezcla melodías (hoy, mayormente, villancicos) al más puro estilo dadá. me lo tomo como una señal de que con vanessa coincidiré, antes o más antes, en cualquier momento o en cualquier lugar.
2 Comments:
Todo lo que sube, baja; y todo lo que se va, vuelve... aunque cambie la materia (te juro nena que no me he fumado nada).
A Vanessa (sí, esa chica que parece que ha visto un fantasma), volverá de alguna forma.
Saunett (que suena catalán) por su parte, está ideal para irte de compras con ella al GAP, por ejemplo, o a tomarte unas copas por esos baretos tan de mala muerte de New Pork, donde las avenidas se llaman "ei", "bi", "si"... you know what I mean, dear...
i really do. la ei es lo más para ir de bares. sobre todo si te metes en el boy´s room, donde los gogós serán a cual más hortera, pero dada la música que pinchan, se les absuelve hasta eso tan neoporkino de llevar los dólares en el tanga.
yo al del organillo le dí un dólar, un cuarto por el concierto de hace un mes, otro por el de anoche, y el resto de regalo por los servicios paranormales.
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